Fragmento novela


Fragmento novela


Por Josué Isaac Muñoz Núñez

“Wey, pasa la bacha, no te la vayas a acabar.”, me dice Carlos mientras le doy tres jalones bien macizos. Las manos me sudan y hormiguean, sé que no es por la mota. Esto ya lo he experimentado antes. No es que esté pacheco, lo sé, lo sé.
Se la paso cuando le doy el tercer jalón. Aguanto la respiración. Él toma ambas puntas y les da unos retoques con saliva. Pasa el encendedor para dejarla firme como una flecha. Karina está bailando, está medio ebria. Llevo tres semanas saliendo con ella y apenas me doy cuenta que es una pinche viciosa. Tomó la última caguama del cartón y la destapo. Le doy unos sorbos y las burbujas me cuecen la garganta, está helada. Carlos le sigue fumando, Karina se sienta a lado de él, le dice algo al oído y él le toca la pierna.
Abro otra bolsa con yerbita. Tomo las ramitas secas y las trueno sobre una hoja de arroz. Ella le quita el cigarro de la mano y se acaba la bacha. Apaga lo que queda bajo su suela.
Preparo el porro dándole tres vueltas. Veo que Carlos sube su mano y le roza un seno a Karina, ella no se queja, le sonríe y le toca el muslo. Aprieto el cigarro, bien fuerte y apretado. Veo que ella se levanta, me roba la caguama y le da un beso largo a la botella. Le doy una lengüetada al papel para cerrar el porro.
Sus labios rosados se alejan de la botella. Tomo el encendedor y le quemo las puntas al cigarro. Cuando regresa con Carlos, éste la toma de la espalda y la sienta en sus piernas. Le doy otra vuelta al cigarro para que todo quede bien apretado y en su sitio. Parece una foquita.
“¿No quieres weed, bro?” Le digo a Carlos. Me niega con la cabeza y veo que aprieta a mi chava por la cintura. Su mano baja lentamente. El corazón me palpita veloz. Le doy un sorbo intenso a la chela. La boca de la botella huele a fresa. Ella se voltea y le susurra algo al oído. Me pongo el cigarro en la boca. Tomó el encendedor. Ella le toca la entrepierna y se aprieta a él. Las manos me tiemblan, siento vértigo en todo mi cuerpo. Ella le da un beso, yo prendo el cigarro con una cerilla. Dejo encendido el fuego hasta que se me queman las yemas. Le doy tres fumadas y retengo el humo. Chale, veo que se están besando. Bebo otra vez. No quiero sacar el humo, siento que me quema las entrañas.
Ella se le encima y lo besa con un chingo de ganas. Está bien prendida, él la toca. Veo que ella le quita la playera. Le doy otro sorbo a la chela, mientras ella le muerde el cuello. Saco el humo, quiero levantarme pero no puedo, mis piernas y brazos no responden. Estoy empezando a sudar frío, fumo de nuevo. Ella se le pone encima y se quita la blusa. Él le muerde un pecho. “¿Qué pedo, pinche vato pendejo, por qué no te mueves?”, me digo, quiero cerrar los ojos y no puedo. La bacha está bien sabrosa, ya siento dormidita la lengua. “Tengo que levantarme y partirle la madre a ambos, ¡qué pedo!”, no dejo de repetirme. Veo que él se empieza a bajar el pantalón, ella le mete la mano a los boxers. Decido alzar la mirada y ver el techo y seguir fumando con jalones fuertes, empiezo a sentir la braza en mis dedos. Ella empieza a gemir. Quiero levantarme, huir, pero no puedo. Las manos me tiemblan con más fuerza, pero fumo más y más y más hasta que me quemo la boca. Es un escozor agradable. Tengo el humo atorado en la garganta. Por más que intento levantarme no puedo.
Escucho como se mueve la cama, como golpea y como gime ella. En serio quiero levantarme y no puedo, no tengo fuerzas, estoy como ido y todo pendejo. Saco el humo poco a poco. Quiero llorar pero tampoco puedo. Busco la chela con la mano, la tomo y bebo el último sorbo, casi me ahogo con la chela y el humo. Escucho con más fuerza el golpeteo de la cama y los gemidos de ella. Más fuerte, más fuerte y más fuerte. Ella le dice que más rápido. “Ya vente” le dice. “Eres un pendejo, pinche vato meco” me digo.
Dejo que escape lento el humo. Escucho que paran. Se abre una puerta que luego cierran. Carlos me dice que ya se va, que luego me pasa el varo de la chela y la bacha. Yo lo despido sin verlo con la mano. Bajo la mirada y todo sigue igual. La luz entrando por la ventana, la cama desecha, la yerba esparcida por todos lados. Dejo que escape un poco más de humo, me saca unas cuantas lágrimas. Toso bien cabrón. Me agacho y me pongo a buscar pedacitos de yerba. “No mames, esta weed está de la lujo carnal” me digo. Recojo lo que encuentro y hago un puñito en la mano. Termino ya de sacar todo el humo. Tomo la yerba que recogí y hago un porrito delgado, el más delgado del mundo, parece una hoja de papel sin contenido. Lo armo y lo fumo. Sigo teniendo un nudo en la garganta y las manos me tiemblan, sé que no es por la yerba, sé que no es por andar pacheco; chingada madre, me digo, mientras dejo pasar el tiempo.  





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