Ser ilustrado en plena pandemia
Alma Portela
Actualmente las ideas ilustradas (y con ello la ilustración) se desestiman. Se dejan de lado como una pesadilla colectiva. Como un mito más o un gran relato que ha perdido su valor. La crítica a la ilustración como mito, tal como expone Adorno y Horkheimer es muy relevante e importante. Pero aquí me dispongo retomar una idea que nace en la ilustración y aplicarla a nuestra circunstancia actual.
La situación pandémica que vivimos me recuerda a la definición que da Kant sobre la ilustración. Él define a la ilustración como un actitud, un modo de vivir donde el individuo, por medio del uso de su razón, puede volverse autónomo. Dirigirse por sí mismo sin necesidad de un tutor y ser responsable de sí mismo.
Kant nos dice:
¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración. (Kant, 1978)
Dicho lema invita a que los individuos sean libres a partir de sí mismos, sin esperar que alguien más les dé esa libertad. Eso es ser ilustrado para el filósofo de Königsberg:
La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. (Kant, 1978)
Pero actualmente esta idea pasa por algo anticuado, rancio y superado. Se piensa que la ilustración es una época rígida, necia y de cortas miras. Además de que se crítica la idea de que la razón deba dirigir nuestra vida.
Se pone en duda la exaltación del yo, pero parece más un capricho que un análisis serio del siglo de las luces. El llamado a la ilustración no sólo es atender al uso de la razón, sino a la responsabilidad de su uso. La razón es un medio, no un fin en sí mismo. Además de que la ilustración invita a formar individuos libres.
Mencioné que la situación actual me recuerda a lo expuesto por Kant, porque ahora se exige y se pide una responsabilidad en el individuo. Tal como expone Kant en su ensayo ¿Qué es la ilustración?
Se estima que el individuo sea libre de elegir el mejor modo de actuar ante la pandemia. Sin embargo, parece que no funciona esta exigencia. Los individuos no quieren o no son responsables de sus acciones.
Mucha gente hace caso omiso a las indicaciones del cuidado de sí. La gente sale sin necesidad, y muchas personas no mantienen ni una sana distancia ni higiene adecuada. No usan cubrebocas o lo ven innecesario. Entre una actitud de rebeldía e irresponsabilidad, las personas actúan como si las peticiones para disminuir el caso de enfermos no tuvieran sentido. Como si cuidarse fuera una petición que solo cumplen los que temen a la enfermedad.
Hay ciertas personas, sobre todo los vendedores ambulantes o trabajadores informales, que tienen que salir a trabajar porque viven al día. Su modo de vida no les permite tener el cuidado necesario para una pandemia. Tienen la obligación de salir a conseguir dinero, porque no tienen los medios para subsistir encerrados. Obvio, esto no los exime de ser responsables consigo mismo y con los demás. Sin embargo, hay ciertos individuos que aunque no tienen por qué salir, salen, y no atienden al cuidado de sí y de los demás. Muchos, prefieren ir a beber y festejar, argumentando que tal vez mañana estén muertos, pero esto es un pretexto para su actitud de egoismo.
Si alguien no desea usar el cubrebocas, tiene que ser responsable de su acción. Tal vez no le pase nada al sujeto, pero sí a otras personas. Esta actitud irresponsable atiende más a deseos personales. Además de que se busca anular su responsabilidad en el desarrollo de la pandemia. Por eso no creo que alguien diga: “Pienso que sería bueno salir de fiesta en plena pandemia”. Más bien, su acción se resuelve por una emotividad. Un deseo personal.
El cuidado de uno es también cuidar al otro. El deseo de cuidarse a uno y a los demás no está delimitado por las emociones o las creencias, sino por el uso práctico de la razón; pero no la razón como una facultad del ser humano, sino como lo que determina al individuo a actuar de un modo razonable, es decir, libre y autónomo. Por ello digo que la situación actual me recuerda a lo expuesto por Kant, pues lo que se está jugando en la pandemia no cae en los lugares comunes de lo posmoderno, sino en una responsabilidad basada en un uso práctico de la razón.
Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entre todas las que llevan ese nombre, a saber: libertad de hacer uso público de su razón íntegramente. (Kant, 1978)
Muchas personas actúan a través de un escepticismo burdo y un egoísmo que en México se conoce como “valemadrismos”. Piensan más en sí mismos que en la totalidad de la sociedad, pero tampoco son responsables de ello. Pretenden dar explicaciones externas a sus acciones. Por un lado que alguien quiere imponerles la cuarenta, y que el virus COVID SARS2 es un invento para tener control social. O por otro lado, piensan que si no salen ahora, nunca saldrán a vivir, como si su vida se redujera en salir de fiesta.
La crítica que se hace al cuidado extremo, se reduce a pensar que las personas no pueden evitar lo inevitable que es enfermarse. Sin embargo, el cuidado de uno no se reduce a la imposibilidad de enfermarse. Es actuar para evitar que el otro y uno mismo se enfermen dentro de nuestras posibilidades. Si uno se cuida, es una actitud responsable. Es hacer lo posible por evitar la enfermedad, pero esto no la anula.
Si una persona no se cuida, o si es asintomático, esto no la exime de ser responsable con los demás. Un individuo egoista no toma en cuenta al otro, por lo que su acción es irresponsable. No entiende que si es asintomático genera la enfermedad a los demás. De cierta manera esa persona es responsable de la enfermedad y muerte de los otros. Pero obviamente no querrá ser responsable de esto. Nuestras acciones se ven reflejadas en los otros.
Kant cuando escribió su famoso ensayo, pensaba que la ilustración era la liberación del individuo de una incapacidad producida por un tutelaje. Tutelaje que puede ser las instituciones, la iglesia, el azar o el estado. El individuo deja su responsabilidad y relega la potencia de su acción a otro. Ese otro dirige al individuo. El individuo no ilustrado es incapaz de tomar decisiones por sí mismo. Esto es la incapacidad:
La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. (Kant, 1978)
Por lo que diría que hay que ser ilustrados. Suena raro, pero ante la situación pandémica mi apuesta es ser ilustrados. Si uno no desea cuidarse, uno no debe culpar a las instituciones, noticias, doctores, etc. y a toda esa hueste de tutores. No, uno debe decir que no quiere cuidarse. Pero la gente debe ser consciente que ante un menor cuidado, los contagios, las muertes y la cuarentena, seguirán vigente.
Desestimar a la razón y a la ilustración es también desestimar los alcances de la autonomía humana. La gente toma ahora sus decisiones por deseos propios. Entre ellos el deseo de salir, el no tomar en serio el virus, hacerlo pasar por un invento de control, el deseo de pensar que uno es inmune. O por medio del temor, una emoción importante, pero las emociones no nos hace cuidarnos o no cuidarnos. El temor no elige por nosotros, nos hace actuar por reacción.
Nuestra situacióna actual, tal vez muestra que las personas serían felices con un Estado totalitario que los someta y obligue a quedarse en sus casas. Tal vez en ese momento atenderían a las indicaciones de la cuarentena, aunque no movidos por su propia autonomía, sino por un tutelaje.
Los tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría de los hombres considere el paso de la emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. (Kant, 1978)
No desean ser libres sino esclavos. Creen que porque hay recomendaciones de higiene, estas se pueden desobedecer, pues son recomendaciones, no obligaciones. La autonomía, el uso público de la razón, no es particular o propia. No se queda en el individuo. Está relacionado con la libertad y responsabilidad del otro: La libertad de hacer uso público de su razón íntegramente. Porque mi acción está relacionada y limitada con la del otro.
Por lo que, aunque alguien diga: “soy libre y hago lo que quier”, de cierta manera no es libre, porque su acción es irresponsable. Por lo que sí queremos ser ilustrados, no podemos ser irresponsables con nuestras acciones.
Mucha gente piensa que el famoso sapere aude sólo aplica a la educación y al pensamiento teórico. Pero no es así. Es también asumirse como ilustrado y autónomo. Es un lema práctico.
Teóricamente suena bien la crítica que se hace a la razón, pero vemos ahora el surgimiento de la estupidez humana. Las teorías conspiracioncitas surgen como una respuesta rebelde de lo que se nos ha dicho que es lo real. Esta época, que es alérgica a la idea de razón, es la misma que da lugar a las conspiraciones más peligrosas: desde los movimientos antivacunas a los individuos que creen que los alienígenas dominan nuestro planeta.
Si nos dominan o no los alienígenas, eso no cambiará que las personas se vuelvan responsables o no de sus acciones. El mesianismo que se tiene hacia los políticos o representantes de movimientos sociales o culturales, muestra que tanto se depende de los tutores. No se les ha enseñado a los individuos a ser ilustrados, porque se ha pensado que la razón es algo dañino. El síntoma de nuestra época es que nadie quiere ser responsable de sus propias acciones.
Por lo que al releer a Kant encuentro una respuesta, una invitación a dejar de ser dependiente y empezar a ser responsable de lo que uno hace. En la pandemia uno debe dejar de actuar con las entrañas y decidir con la cabeza, pues parece que lo importante no es la acción razonada sino la sentimental. La gente se cuida y actúa ya cuando ha sufrido la desgracia, pues ahora ve que no es mentira lo del virus. Pero no hay que llegar a esto para actuar. Tampoco hay que exigir una razón totalitaria, sino una razón ilustrada que no requiere de un tutor para actuar de la mejor manera posible. Esto para un bien propio y el de los demás.
Enlace de descarga del libro:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3171408.pdf
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